Contra el fanatismo
En Roma, el fanaticus era el asiduo del fanum (templo) que defendía con tenacidad desmedida y apasionamiento sus creencias y opiniones religiosas. Con el tiempo, el fanatismo ha saltado de las iglesias a los campos de fútbol, a las canchas de deporte o a las más diversas relaciones sociales. En política, el fanatismo adoptó en ocasiones la forma del terrorismo, que no es sino su degeneración sanguinaria.